
La pareja llevaba más de una semana enferma cuando los trabajadores médicos lograron convencerlos de que buscaran tratamiento, según sus vecinos. Creían que lo que les pasaba era fruto del trabajo de gente que sentía envidia de su hija recién nacida, informó un líder comunitario, y acudieron a un curandero espiritual tradicional.
El brote de ébola registrado en el este de República Democrática del Congo está causando estragos en Beni _una ciudad en expansión y de unos 600.000 habitantes_ en parte porque muchos de los infectados eligen quedarse en sus casas. Al hacerlo, contagian sin querer a las personas que los cuidan y a quienes lloran su muerte.
“La gente está esperando hasta el último minuto para traer a sus familiares y cuando lo hacen es complicado para nosotros”, dijo Mathieu Kanyama, jefe de promoción de salud en el centro de tratamiento de ébola de Beni, que está gestionado por la ONG Alianza para la Acción Médica Internacional (ALIMA). “Aquí hay médicos, no magos”, afirmó.

El jefe de la policía se negó a revelar cuál cártel estaría implicado en el asalto descarado, que incluyó como táctica de distracción el ataque con un fusil de asalto a un policía fuera del centro comercial.
Según la prensa local, los pistoleros podrían ser sicarios del tristemente célebre cártel de Jalisco, algo que las autoridades se negaron a confirmar.
El secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, dijo el viernes que “hay vínculos con organizaciones criminales del país, lavado de dinero principalmente”.
Se trata, agregó, de “ajustes de cuentas entre integrantes de bandas del crimen organizado por intereses diversos, disputas por relaciones con organizaciones, y por supuesto por territorios, pero fundamentalmente por lavado de dinero”.
Una mujer disfrazada con una peluca rubia mató a tiros los dos israelíes en un restaurante dentro del centro comercial.
Aunque en principio dijo que se trataba de un crimen pasional, la mujer luego cambió su versión de los hechos, dijeron los fiscales.

Vargas, en declaraciones vía telefónica al programa nocturno Posdata que se difunde por Radio Televisión Popular (RTP), resaltó el papel fundamental que realizó Ángela Ayllón, encargada de Negocios de la Embajada de Bolivia en Japón, que según ella, desempeñó un rol clave en el juicio contra Víctor Parada.
“Me siento emocionada, feliz, algo que no lo puedo creer. Agradezco a la Cancillería, a todo ese equipo que ha trabajado para que se haga realidad que mi hijo esté libre. Doy gracias a Bolivia, doy gracias al Gobierno, doy gracias a todos. No cabe en mi pecho el agradecimiento que tengo”, declaró Vargas.
La madre de Parada protagonizó una conmovedora campaña cuando Malasia sentenció a muerte a su hijo por tráfico de drogas, y recibió apoyo del Gobierno para llegar a la feliz noticia conocida el miércoles, que confirmó la próxima expulsión de Víctor, y su consiguiente arribo a nuestro país.
"Son 5 años y 9 meses que mi hijo está recluido en esa cárcel, ahora está en la carceleta de Migración (de Kuala Lumpur), cerca del aeropuerto", informó.
Silvia Vargas radica en España, recordó que su hijo permaneció encarcelado cinco años y nueves meses.
La pena de muerte a la que fue condenado el joven cruceño fue abolida por Malasia el 2018.

Pensaron que llegarían a un albergue donde vivirían mientras buscaban trabajo y encontraban escuela para sus hijos. Sin embargo, estaban abandonados en esta ciudad industrial de más de cuatro millones de habitantes en el norte de México, en mitad de una calle en una zona llena de clubs y cabarets con carteles en busca de bailarinas.
En la última semana, The Associated Press presenció varias escenas similares en dos terminales de Monterrey donde fueron abandonados a su suerte al menos 450 centroamericanos, casi la mitad de ellos menores, que habían sido devueltos a México desde Laredo, Texas.
Desde enero, México ha recibido a unos 20.000 solicitantes de asilo en Estados Unidos para que esperen allí la resolución de su caso, pero no se conocían traslados de este tipo hasta este mes, cuando comenzaron las devoluciones por Tamaulipas, un violento estado del noreste mexicano al que el Departamento de Estado estadounidense recomienda no viajar debido a la presencia del crimen organizado.
Las autoridades migratorias no respondieron directamente a lo que presenciaron periodistas de la AP. Al solicitar comentarios al gobierno mexicano, el Instituto Nacional de Migración (INM) envió un mensaje de dos párrafos en el que señaló que colabora con las autoridades consulares y en los tres niveles de gobierno en el país para atender a los retornados, y trabaja para “mejorar las condiciones en las que las personas migrantes aguardan sus procesos en territorio nacional”.
La semana pasada, Maximiliano Reyes, subsecretario de Relaciones Exteriores, reconoció que los migrantes estaban siendo trasladados desde Nuevo Laredo y dijo que era por su seguridad, aunque no ofreció más detalles ni dio explicaciones sobre por qué eran abandonados a su suerte al llegar a Monterrey.

En el interior, sus habitantes, en su mayoría mayores que vieron como sus hijos huían al extranjero a medida que la crisis económica y humanitaria de la nación se agravaba, cerraron sus puertas con llave y se pegaron a la radio en una búsqueda infructuosa de noticias.
“Mi preocupación es que llegamos al sitio donde quedemos desconectados de todo”, señaló Alfredo Cova, un veterinario de 55 años, mientras el apagón se prolongaba hasta el martes en la tarde.
El corte del suministro eléctrico, que comenzó al inicio de la hora punta del lunes por la tarde, fue uno más en una serie de largas fallas que han enervado a los venezolanos este año. Caracas se había librado de la peor parte, pero este apagón generalizado fue otro duro recordatorio de que ningún lugar es inmune a las crecientes dificultades que enfrenta el país.
En vecindarios como Santa Mónica, donde está el Edificio Doleli, la oscuridad seguía mientras otras partes de la capital volvían a la vida el martes.
Cuando los residentes se despertaron, sus frigoríficos seguían en silencio. El calor emanaba de las paredes y los aparatos de aire acondicionado permanecían inmóviles. Los propietarios de pequeños negocios de la primera planta del inmueble aguardaban ansiosos al otro lado de las cerradas puertas, esperando que la electricidad regresase rápido para no perder todas las ganancias del día.
“Ya también Caracas está colapsando”, manifestó una frustrada Carolina Chinchilla, de 53 años, propietaria de una decadente agencia de viajes.