TOKIO (AP) — Jasmine Camacho-Quinn era una adolescente que apenas despuntaba en el atletismo en 2016 cuando tomó una decisión fortuita.
Su entonces entrenador en la Universidad de Kentucky le recordó que tenía raíces de Puerto Rico por el lado su madre.
“Mi coach me lo planteó así: ‘¿Sabes que puedes competir para Puerto Rico?‘. No tenía idea alguna. ‘¿En serio?’, comentó Camacho-Quinn. “La verdad es que no sabía absolutamente nada sobre esas reglas en el atletismo. Lo único que quería hacer era competir”.
Finalmente terminó en el equipo nacional de Puerto Rico. Y el lunes, con 24 años, acaba de consagrarse en los Juegos Olímpicos de Tokio.
Por segunda cita consecutiva, otra mujer puso a la isla caribeña en lo más alto del podio al imponerse con abrumadora autoridad en la final de los 100 metros con vallas.
“Esto era lo que buscaba este año. Tenía muchas ganas de ser una medallista de oro”, dijo Camacho-Quinn.
Camacho-Quinn cronometró 12.37 segundos, superando por 15 centésimas a la estadounidense Keni Harrison, la dueña del récord mundial que debió conformarse con la presea de plata. Fue una diferencia sideral para una carrera tan corta.
La jamaicana Megan Tapper quedó tercera con 12.55 para el bronce.
Tomada la decisión de competir por Puerto Rico, Camacho-Quinn se presentó a los Juegos de Río 2016 y salió a correr en busca del pase a la final en un estadio lleno de gente.
Todo pintaba bien tras haber conseguido la tercera mejor marca de la eliminatoria previa. Saltó sin problemas las primeras siete vallas, pero derribó la octava y acabó tropezándose con las otras dos. Terminó tirada en la pista, llorando y pidiendo perdón.
Le fastidia hablar del desafortunado desenlace en Río.
“Siempre esta presente, porque constantemente me lo hacen recordar, siempre sale alguien diciéndome, ‘oye, que pena que te pasara eso’”, relató. “Yo trato de tomármelo con calma: ‘Oigan, por favor, ya basta, olvídense de eso’”.
“Anoche casi me dio un ataque de nervios porque no quería que me volviera a pasar, pero me sentía fuerte”, dijo Camacho-Quinn. “Sabía de lo bien que he estado corriendo este año”.
Llegó a Tokio en gran forma, victoriosa en 12 de sus 13 competencias esta temporada y con los tres mejores tiempos del año, incluyendo 12.38. Cronometró 12.26 en las semifinales, el cuarto mejor registro de la historia.
Buena parte de su mejoría se puede atribuir al trabajo de su entrenador John Coghlan, quien empezó a trabajar con Camacho-Quinn en diciembre pasado, analizó los videos de sus carreras y vio el potencial.
“Corrigiendo X, Y y Z estaba para correr rápido”, dijo Coghlan.
Camacho-Quinn creció en Carolina del Sur, acudió a la universidad en Kentucky y se entrena en Florida. Su hermano, Robert, juega en la NFL.
Cada vez que le preguntan por la conexión boricua, no titubea con la vehemencia de su respuesta: “Lo tengo en la sangre”.
Puerto Rico tuvo que esperar hasta Río 2016 para conquistar su primer oro olímpico de la mano de la tenista Mónica Puig. La euforia fue tal que a Puig le organizaron un recibimiento multitudinario, con desfile incluido. Algo similar le espera a Camacho-Quinn.
Su decisión de competir por Puerto Rico privó a Estados Unidos de otra carta para su poderoso equipo de atletismo, uno que todavía no celebra una victoria en Tokio. También rompió la supremacía estadounidense en los 100 vallas femenino, triunfantes en tres de las últimas cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos.
SALTO LARGO
El griego Miltiadis Tentoglou se llevó el oro, capitalizando las dolencias físicas de los cubanos Juan Miguel Echevarría (plata) y Maykel Masso (bronce).
Tentoglou aseguró el oro en su último intento. Los 8,41 metros en ese salto igualaron la mejor marca de Echevarría, pero el griego ganó en virtud del criterio de desempate entre sus dos segundos mejores saltos.