Será difícil contar el número de vidas que salvó Mikel Arteta al contraer el coronavirus.
El diagnóstico al técnico del Arsenal el 12 de marzo ayudó a garantizar que cientos de miles de personas — desde aficionados y jugadores a personal de apoyo — no estuvieran más en riesgo de infección en los juegos de la Premier del siguiente fin de semana.
“Todas las noticias que recibimos de China, luego de Italia y luego de España”, contó Arteta. “Entonces te das cuenta ‘Wow, cualquiera puede quedar expuesto’”.
Sin embargo, el gobierno británico le había restado importancia al peligro de que los eventos deportivos pudieran propagar significativamente el nuevo coronavirus, señalando que los deporte podían continuar como de costumbre incluso mientras la pandemia aumentaba su intensidad.
Se requirió que Arteta enfermara de COVID-19 y que el jugador del Chelsea Callum Hudson-Odoi fuera diagnosticado esa misma noche, para obligar a ambos conjuntos a ingresar a una cuarentena que puso freno a la competencia de fútbol más rica del mundo.
Mientras el Arsenal reabría parte de sus campos de entrenamiento el lunes para que los jugadores corrieran por su cuenta, y la Premier aceleraba su planeación del “Proyecto Reinicio” junto con el gobierno, se analiza más a detalle la decisión de hace siete semanas de Downing Street de menospreciar el potencial del deporte para propagar el virus.
Para el 11 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia, el primer ministro Boris Johnson se dio cuenta de que la decisión de no prohibir los eventos deportivos parecía cada vez más fuera de sintonía con las medidas de otros países, en especial Italia. En un video publicado en su cuenta de Twitter, Johnson retomó su antiguo trabajo como periodista para entrevistar a la doctora Jenny Harries, subdirectora de Salud Pública de Gran Bretaña.
“Díganos ¿por qué hasta el momento la recomendación médica es no hacer eso?” preguntó Johnson.
“En general”, respondió Harries sobre el modelo británico, “estos eventos deportivos, grandes concentraciones, no son visto como algo que vaya a tener un gran efecto”.
En ese momento, solo se tenían confirmados menos de 500 casos y ocho decesos en los hospitales británicos. Actualmente han fallecido más de 20.000 personas.
El día que su asesor médico le recomendó a Johnson que permitiera que el calendario deportivo se mantuviera como de costumbre, 60.000 personas acudieron al festival hípico de Cheltenham y otros 52.000 aficionados fueron a Anfield a ver el duelo entre el Liverpool y el Atlético de Madrid.
“No queremos trastornar la vida de las personas si no es necesario”, dijo Harries a Johnson, citando modelos científicos británicos horas antes del inicio del encuentro en Liverpool.
España ya había prohibido las grandes concentraciones, sin embargo, 3.000 aficionados de la capital pudieron viajar al noroeste de Inglaterra para el duelo de la Liga de Campeones.
Tuvieron que pasar 5 días antes de que Johnson anunciara que ya no habría personal de emergencia disponible para eventos deportivos, y una semana más antes de que Gran Bretaña ordenara el confinamiento.
“Se cometió un error en términos de las recomendaciones del gobierno para permitir esos eventos”, dijo la profesora Devi Sridhar, directora de salud pública global en la Universidad de Edimburgo. “Las concentraciones masivas debieron prohibirse mucho antes, así como los desplazamientos no esenciales. Creo que esas demoras en esas primeras semanas fueron muy perjudiciales”.
El exsecretario de Salud Jeremy Hunt estaba indeciso al momento en que Gran Bretaña ignoraba las advertencias que provenían de Italia, donde la Serie A había sido suspendida, sobre las medidas requeridas para contener la propagación del coronavirus.
Steve Rotheram, alcalde de la Región de la Ciudad de Liverpool, dijo que sería “escandaloso” si se rastrearan casos de COVID-19 al duelo de la Liga de Campeones en el que hubo miles de aficionados españoles. Dos universidades de la ciudad colaboran con autoridades locales para analizar los datos, de los cuales los expertos del gobierno aún no encuentran un vínculo.
“Sería muy interesante”, dijo Angela McLean, asesora científica del gobierno, “ver en el futuro, una vez que se realicen todos los análisis, la relación que existe entre los virus que han circulado en Liverpool y los que han circulado en España”.
En la región de Gloucestershire, en el suroeste de Inglaterra y donde se ubica Cheltenham, ha habido casi el doble de decesos por COVID-19 que en otras áreas cercanas, según datos del Servicio de Salud. El festival hípico reportó unos 60.000 espectadores para cada uno de los cuatro días del evento, entre el 9 y el 13 de marzo.
El profesor Gabriel Scally, exdirector de salud pública en el suroeste de Inglaterra, dijo que nunca se debió permitir que el festival se llevara a cabo.
Los organizadores del evento insisten en que será imposible establecer un vínculo, pero han surgido inquietudes en Irlanda, desde donde decenas de miles de personas viajaron a la competencia de salto más prestigiosa en el mundo del hipismo británico.
“Si Cheltenham se hubiera realizado en Irlanda”, dijo el viceprimer ministro de Irlanda Simon Coveney. “No creo que se hubiera llevado a cabo”.
La decisión de permitir la reanudación de los eventos deportivos será informada por los mismos expertos que dijeron que “no tenía sentido”, cancelarlos en primera instancia.