Cuando acabó el encuentro liguero del Bernabéu y al fin tuvo un segundo para atender al móvil desde el autobús que les llevaba al aeropuerto, Gerard Piqué escribió un mensaje similar para aquellos amigos y familiares que le felicitaban por su partidazo ante el Madrid, por un nuevo triunfo. “He disfrutado mucho”, respondía al tiempo que, según el interlocutor al que se dirigía, cambiaba el adjetivo; de mítico a máquina y hasta el mote personalizado. No era, sin embargo, un mensaje trivial porque para Piqué ahora el goce en el césped lo es todo, toda vez que sabe que tiene el futuro resuelto y cientos de proyectos por cumplir con su empresa Kosmos. “Es un chico que ya lo había ganado absolutamente todo con 23 años”, explican desde su entorno; “podría haberlo dejado hace tiempo [ahora tiene 32], también porque ha ganado mucho dinero y porque no es tan sencillo motivarse al inicio de cada pretemporada con lo repetitivo que es. Si sigue es porque ha aprendido a amar a este deporte”. El futbolista recoge el testigo: “Si no me divirtiera, no jugaría. Es simple”. Pero para que eso ocurra, se tiene que dar una variable: la competitividad.
Pocas personas hay más competitivas que Piqué, capaz de pegarse una semana practicando a un juego de tenis de la PlayStation para ganarle a un compañero una apuesta que en la cita anterior perdió de paliza. Es algo que lleva en la sangre porque incluso fue capaz de pedirle a Sir Alex Ferguson que le dejara probarse en el Zaragoza antes que castigarle al banquillo porque por delante tenía a Vidic y Ferdinand, del mismo modo que cuando empezó en La Romareda y Víctor Fernández no le ponía, agarraba tales mosqueos que le pedían que se metiera rápido en el coche e hiciera un sube y baja a Barcelona para calmarse. O, sin ir más lejos, cuando le convocan con el Barça y no juega, siempre piensa que era mejor que se hubiera quedado en casa, por más que entiende que de vez en cuando debe descansar. Algo que no ocurre en esta temporada; es el único jugador de campo que ha disputado todos los minutos de LaLiga (2.340), seguido por Laguardia, Nacho, Álex Moreno y Jordi Amat (2.250).
En el Bernabéu, Piqué dio otra lección de fútbol, generoso en las ayudas a Sergi Roberto para cortar a Vinicius e impecable en el corte, pues logró 11 recuperaciones —cinco más que Dembélé y Lenglet, segundos en la estadística— con una única falta de por medio. Por algo es el segundo que más balones ha sisado en LaLiga (204), solo por detrás de Banega (224). “Todos los de atrás, junto al resto del equipo, hemos estado muy bien para pararles”, señaló Piqué, que reconoció ser el capataz: “Soy el que más tiempo lleva ahí atrás”. Lo que también le ha dejado un poso de madurez, toda vez que puede recriminar a Ramos el golpe que le dio a Messi al tiempo que regaña a Reguilón por simular un penalti. “Por algo siempre se fijó en Milito y Puyol, dos referentes distintos pero igual de competitivos”, señalan desde su entorno.
Un gesto feo
También se equivocó al hacer un gesto con la mano al público del Bernabéu a la vez que pronunciaba: “Hablad, hablad”. Luego se explicó: “Leo tenía sangre en el labio. Era una agresión de Ramos y me pareció expulsión. Me refería a que hablaran porque los árbitros a veces van a su favor. Las pulsaciones van a mil, pero era un gesto en general. Me gusta que el ambiente esté caldeado y ha sido para ambientar un poco más el tema”. O, lo que es lo mismo, pedía más gasolina. “Para él la presión no es un problema sino un acicate. La disfruta. ¿Acaso no tira siempre un penalti con la selección cuando hay la tanda, por más que no sea un especialista? Y los mete. Eso es porque le motivan los retos”, dicen de su círculo de amigos. Piqué lo ratificó: “Me encanta venir aquí. Si soy profesional es para jugar partidos como este y en este ambiente. En otros partidos cuesta más motivarse”.
Desde el club no tienen dudas. “La historia ha demostrado que un central, si es bueno e inteligente, mejora con los años. Piqué, como Maldini, Baresi y jugadores del estilo, es así”, cuentan. Otra cosa es que tiene opinión sobre los asuntos que atañen a la sociedad y es una voz crítica con los políticos y significativa del procés, toda vez que defiende que la gente se exprese en las urnas. “Esa gente no es culpable. Viví en Cataluña lo que pasó esos días. No agredieron a nadie, no hubo violencia y son inocentes”, reivindicó en el Bernabéu.
Pero eso no evita que con el balón en los pies todos le respeten. “En el Barça, por ejemplo, emplea el liderazgo intelectual porque es un chico muy inteligente, por encima de la media seguro”, convienen desde la ciudad deportiva. “A mí”, cuenta un empleado, “muchas veces me preguntan: ‘¿Y el Piqué este, qué, es un payaso no?’. Y siempre respondo que es lo contrario, que le sobra cabeza”. Como gen competitivo.