caravanaCHIQUIMULA, Guatemala (AP) — Una caravana con unos 2.000 migrantes que esperan entrar a Estados Unidos siguió su avance por Guatemala el miércoles.
 
Los migrantes iniciaron la caminata por la madrugada, sin desayunar, y esperaban caminar unos 40 kilómetros hasta Zacapa, la población siguiente en la ruta. Algunos cientos ya habían llegado, según la Casa del Migrante.
 
Brenda Celis, de 40 años, quien iba con sus dos hijos, de 10 y 12 años, dijo que llegaría hasta donde pudiera a pesar de las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump, de cortar la ayuda a los países que permitan el tránsito. “Nosotros vamos a seguir, vamos con el Dios de lo imposible, sin exponer mucho más a los niños” dijo.
 
En la víspera, los agotados hondureños recorrieron unos 48 kilómetros (30 millas) para llegar a Chiquimula luego de cruzar la frontera de Guatemala. Algunos hicieron autostop y otros iban a pie. Confiaban en que los obstáculos se apartarán de su camino y, en general, se mostraron decididos pese a las palabras de Trump.
 
Mientras el sofocante calor de la jornada dejaba paso a un aguacero nocturno, Norma Chacón, de 31 años, se preparó para dormir en el piso de un auditorio municipal con su hijo de 18 meses, que estaba descalzo y vestía un overol. Los residentes del municipio llevaron pan, frijoles, queso y café a los migrantes.
 
Chacón, que dijo que intentó vender cosméticos Avon en Honduras, dejó a sus otros dos hijos en el país, pero se llevó al más pequeño porque sigue amamantándolo.
 
Mientras ella se acomodaba, Trump lanzó una serie de nuevos mensajes a través de Twitter diciendo que Washington advirtió a los gobiernos de Honduras, Guatemala y El Salvador que su ayuda se suspenderá si permiten que la gente viaje desde o a través de sus países para entrar a Estados Unidos sin autorización.
 
“Todo aquel que ingrese ilegalmente a Estados Unidos será arrestado y detenido antes de ser enviado de regreso a su país”, tuiteó.
 
La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos pidió el martes en la noche a Honduras, Guatemala y México que respeten los derechos y garanticen la seguridad de los migrantes hondureños que forman parte de la caravana. Las estimaciones apuntan que podría haber hasta 3.000 personas.
 
El tamaño del grupo se multiplicó desde que unos 160 migrantes partieron el viernes de la ciudad hondureña de San Pedro Sula, y mucha gente se unió de forma espontánea llevando apenas unas pocas pertenencias. Un cura guatemalteco estimó que más de 2.000 fueron alimentados en tres albergues gestionados por la Iglesia en Esquipulas, en la primera parada del grupo en Guatemala.
 
A tres semanas de las elecciones de mitad de legislatura en Estados Unidos, la caravana se encaminaba a enojar a Trump. Pero el dirigente no cumplió una amenaza similar de frenar la ayuda a Honduras en abril luego de otra iniciativa similar, que acabó diluyéndose en México.
 
En sus primeras declaraciones sobre el último grupo de migrantes, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, acusó a “grupos políticos” que no identificó de usar mentiras para organizar la caravana como una forma de crear problemas al país.
 
Antes, la cancillería hondureña dijo que la gente había sido atraída para unirse a la migración con “falsas promesas” de una visa de tránsito para cruzar México y la oportunidad de solicitar asilo en Estados Unidos.
 
México advirtió que solo quienes cumplan los requisitos podrán entrar al país y, en la mayoría de los casos, los hondureños necesitan visas para hacerlo.
 
Sin embargo, sigue sin estar claro si México y otros gobiernos de la región tienen la voluntad política de detener físicamente a los decididos migrantes hondureños, que huyen de la pobreza y la violencia generalizada en uno de los países con mayor tasa de asesinatos del mundo.
 
Los migrantes esperan que viajar en masa les proteja de los robos, asaltos y peligros que plagan la ruta hacia el norte.
 
Las autoridades guatemaltecas detuvieron el martes a un exlegislador hondureño, Bartolo Fuentes, que viajaba en la caravana, junto con otros dos hombres. Algunas organizaciones hondureñas habían identificado a Fuentes como coordinador o vocero del grupo, aunque los migrantes dijeron que solo les acompañaba y ayudaba.
 
La esposa de Fuentes, Dunia Montoya, señaló que su esposo estaría detenido por 72 horas y sería deportado si la intervención de grupos de derechos humanos guatemaltecos no lo evitaba.
 
Guatemala cerró las instalaciones de migración en el paso fronterizo de Agua Caliente para evitar la entrada de más hondureños. Policías y soldados se apostaron en el lado hondureño de la frontera para impedir nuevas incorporaciones a la caravana.
 
Desde 2014, Estados Unidos ha destinado 2.600 millones de dólares a ayudar a Honduras, Guatemala y El Salvador. Para 2019, Washington comprometió 65,7 millones para programas de seguridad, construcción de la democracia, derechos humanos y desarrollo económico y social en Honduras.
 
Gabriela Natareno, de 27 años y que viaja con su prima de 16, señaló que el presidente de Honduras es el culpable de la continua migración de sus desesperados compatriotas.
 
“Mantiene al país sumido en la pobreza y la corrupción”, dijo.

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