CIUDAD JUÁREZ, México (AP) — Tras la balacera protagonizada por un joven texano que al parecer tenía como objetivo a hispanos en un Walmart de El Paso, en la que murieron 22 personas, ocho de ellas mexicanas, al otro lado del Río Bravo, en la vecina Ciudad Juárez, no hubo protestas sino una pequeña vigilia para recordar a los fallecidos.
Los líderes comunitarios no hablaron de boicotear El Paso, una ciudad que depende en gran medida de los compradores mexicanos. Todo lo contrario, en los días posteriores al tiroteo, los mexicanos atestaron los puentes fronterizos para acudir a sus puestos de trabajo, a comprar o a la escuela, como siempre.
El miedo que algunos expresan tras lo ocurrido se mezcla con la preocupación de que, de algún modo, la masacre pueda alargar las esperas para entrar a El Paso.
Muchos como el alcalde de Juárez, Armando Cabada, señalaron que el pistolero era del norte de Texas, no de la comunidad fronteriza, y que, de algún modo, esto hacía que el daño causado fuese menos personal.
“Le ven como un agente externo que buscó un lugar donde el efecto mortífero de su acto pudiera tener mayor repercusiones en términos de su ideología”, señaló Rodolfo Rubio Salas, profesor e investigador del Colegio de Chihuahua.
Pero incluso una experiencia tan horrible no tendrá un impacto duradero en la relación entre las dos ciudades, agregó Rubio.
Una encuesta reciente señaló que entre el 75 y el 80% de los residentes en Ciudad Juárez tienen un familiar o un amigo en El Paso con el que mantienen el contacto, señaló. Su propia investigación identificó entre 15.000 y 20.000 residentes de Juárez que pasan la frontera a diario para trabajar y a otros 15.000 que lo hacen para estudiar.
Algunos de los que cruzan para realizar compras y ahora tienen miedo podrían dejar de hacerlo por algún tiempo, apuntó Rubio. Pero “aquellos que todos los días necesariamente se tienen que desplazar para trabajar, para estudiar, para visitar a sus familiares, no creo que va a tener un impacto en el largo plazo”
El tiempo de espera para los vehículos que entraban a El Paso desde Juárez el martes seguía en las más de dos horas habituales. Un flujo constante de peatones cruzó el puente Paso del Norte en la mañana y una cantidad similar realizó el trayecto inverso en la tarde.
Carlos Carrillo era uno de los que regresaba a pie a Juárez, acompañado por amigos y con su nevera para la comida.
Este obrero tiene doble nacionalidad y casas en las dos ciudades, pero desde la balacera del fin de semana se queda con su madre en Juárez, aunque eso suponga un trayecto más largo para acudir a trabajo cada día. Su vivienda en El Paso está cerca del Walmart.
“Ahorita ni quiero ir para allá”, dijo.
Pero cruzar para ir a trabajar es necesario.
“Aquí es normal”, dijo sobre su vida entre las dos naciones. “De hecho todos nosotros cruzamos todos los días. Vamos a trabajar y regresamos”.
Como hace una vez por semana, Graciela Pérez caminó hacia El Paso a primera hora de la mañana del martes para ir a comprar. Había intentado ir el lunes, pero la fila era tan larga que pospuso su cometido un día.
Pérez dijo que había estado en el Walmart atacado dos semanas antes comprando cosas para sus hijos. Aunque admitió estar un poco preocupada al entrar a Estados Unidos por primera vez desde el tiroteo, añadió “tenemos que pasar”.
En el pequeño puesto de un mercado en el que vende ropa de segunda mano en el centro de Juárez, Mónica Díaz dijo que no tenía miedo pero por el momento prefiere evitar lugares atestados como el centro comercial del Walmart. Es el lugar más popular entre los residentes del lado mexicano porque está a apenas cinco minutos en coche desde la frontera, junto a la autopista.
Díaz cruza todas las semanas para comprar ropa usada al por mayor en un almacén, prendas que luego vende en Juárez.
“Dependemos de El Paso para poder sobrevivir, para sacar nuestros negocios, ya se abarrotes o restaurantes”, dijo. “Parte se compra aquí, parte se compra allá, eso es cotidiano”.
Ese era el caso de muchos de los mexicanos que perdieron la vida en la balacera.
Uno de ellos, Iván Filiberto Manzano, acudió a la tienda el sábado por la mañana para realizar compras con un amigo, según contó un familiar. Padre de dos hijos pequeños, solía ir a El Paso habitualmente para comprar, agregó el familiar, que pidió no ser identificado por su nombre.
Era “normal como cualquier día”, apuntó.
Jesús Rodríguez vende lavadoras, secadoras y refrigeradores usados en el centro de la ciudad mexicana. Todos los electrodomésticos vienen de Estados Unidos, se reparan en Juárez y se comercializan en tiendas como la suya.
Casi todo el mundo allí tiene familia a ambos lados de la frontera, explicó.
Rodríguez no cree que el tiroteo vaya a afectar a su negocio, pero lamentó los supuestos motivos del autor y criticó la retórica negativa hacia los mexicanos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien tiene previsto visitar El Paso el miércoles.
“Fue una tristeza porque los Mexicanos nosotros no hacemos daño a nadie”, dijo Rodríguez acerca de la masacre. “Nosotros solamente trabajamos”.