Nació como Issur Danielovitch, hijo de un trapero. Murió como Kirk Douglas, patriarca de Hollywood.
El actor intenso y musculoso del hoyuelo en la barbilla vivió el sueño americano de reinvención y perseverancia, desde la fortuna que amasó y donó, hasta los papeles que interpretó y las reglas que desafió. Ayudó a poner fin a las listas negras en Hollywood. Fundó sus propias productoras en un momento en el que la mayoría de las estrellas de cine se conformaban sólo con actuar. Siguió apareciendo en películas después de una apoplejía que sufrió siendo septuagenario. Publicó un libro de poesía al cumplir los 98 años.
Douglas, que falleció el miércoles a los 103 años, estaba entre los actores más populares, versátiles y reconocibles del siglo XX. Sus papeles fueron de Doc Holliday en “Duelo de titanes” a Vincent van Gogh en “Sed de vivir”. Trabajó con algunos de los directores más destacados de Hollywood: Vincente Minnelli, Billy Wilder, Stanley Kubrick, Elia Kazan. Su carrera comenzó en el cénit del poder de los estudios, hace más de 70 años, y terminó en una era más diversa y descentralizada que él mismo ayudó a crear.
Siempre competitivo, incluso con su familia, nunca recibió un Oscar por votación de sus colegas, pese a haber sido nominado en tres ocasiones _por “El triunfador”, “Cautivos del mal” y “Sed de vivir”. En 1996, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas le otorgó un Oscar honorario por “50 años como fuerza creativa y moral en la comunidad cinematográfica”. Cinco años antes, recibió un premio a la trayectoria del Instituto Estadounidense de Cine.
Pero Douglas, una fuerza de cambio y símbolo de resistencia, estaba más allá de cualquier premio. Se le recuerda ahora como el último eslabón con la llamada Época Dorada del cine, tan veterano como la propia industria. Pero en su juventud representó a una nueva clase de intérprete, más independiente y aventurero que Clark Gable, Spencer Tracy y otros gigantes de la era de los estudios de las décadas de 1930 y 1940, y más dispuesto a expresar su opinión.
El actor, que alcanzó el estrellato tras la Segunda Guerra Mundial, estaba dispuesto a interpretar a canallas (como el productor en “Cautivos del mal” y el periodista en “El gran carnaval”) y a héroes, y era tan atento ante la cámara como al aspecto del negocio. En 1955 fundó su propia productora, cuando la mayoría de los actores aún dependía de los estudios, y dirigió algunas de sus últimas películas. Un luchador nato, Douglas estaba especialmente orgulloso del papel que tuvo en la caída de la lista negra de Hollywood, que congeló y arruinó las carreras de guionistas sospechosos de actividades u opiniones procomunistas.
Para finales de la década de 1950, la existencia de guionistas prohibidos era muy conocida en la industria, pero no entre el público general. Douglas, que unos años antes había firmado reacio un documento jurando que no era comunista, ayudó a acabar con la lista cuando reconoció abiertamente a Dalton Trumbo por su trabajo de guionista en “Espartaco”, estrenada en 1960. Meses antes, Otto Preminger había anunciado que el nombre de Trumbo aparecería en los créditos de “Éxodo”, pero “Espartaco” llegó primero.
“Todo el mundo me aconsejó que no lo hiciera porque no podría volver a trabajar en esta ciudad. Pero era lo bastante joven como para decir ‘al diablo con ello’”, dijo Douglas sobre “Espartaco” en una entrevista en 2011 con The Associated Press. “Creo que si hubiera sido mucho mayor, habría sido conservador también. ‘¿Por qué debería jugarme el cuello?’”.
Rara vez se tomó un papel a la ligera. Era concienzudo preparando personajes y tenía una gran capacidad de transmitir sufrimiento ante la cámara, ya fuera perdiendo una oreja en “Sed de vivir”, apuñalado en “El gran carnaval” o crucificado en “Espartaco”. El crítico David Thomson lo describió como “el maníaco-depresivo entre las estrellas de Hollywood, en un minuto viniéndose encima de la trama, el diálogo o las actrices con el alegre apetito de un hombre recién liberado de Siberia, y en otro escribiendo no sólo en la agonía, sino la mutilación y una muerte convincentemente horrible”.
Como señaló una vez Michael Douglas, era un esfuerzo tratar de seguirle el ritmo a su padre. Kirk Douglas era un acróbata, un malabarista, un autodidacta que aprendió francés cuando era un treintón y alemán a la década siguiente. Para él la vida eran muros que derribar, como un derrame cerebral que sufrió en sus 70s y pero que sólo amenazó con acabar con su carrera. En 2011, a los 94 años, entregó el Oscar a la mejor actriz de reparto, coqueteando con la presentadora Anne Hathaway y añadiendo suspenso al tomarse su tiempo para anunciar a la ganadora (Melissa Leo por “The Fighter”). En su cumpleaños número 97 escribió un ensayo para The Huffington Post confesando que a menudo no lograba estarse quieto.
“Ahora atesoro los días tranquilos”, escribió, “leer libros que me hacen pensar en ideas nuevas, ver florecer mis rosas, contemplar las palmeras ondeando contra el cielo vespertino, observar el simple camino de una nube cruzando el cielo, y especialmente sentarme con Anne ante el fuego al atardecer, la Hora Dorada”, escribió, en referencia a su esposa.
Su nombre verdadero era Issur Danielovitch y nació en el seno de una familia judía pobre en Amsterdam, Nueva York. Su nombre fue evolucionando con el tiempo. Se presentó como Isidore Demsky hasta que se graduó de la Universidad St. Lawrence. Asumió el nombre de Kirk Douglas mientras se abría paso en la Academia Americana de Artes Dramáticas, eligiendo “Douglas” porque quería que su apellido siquiera comenzando con “D”, y “Kirk” porque le gustaba el sonido duro y seco de la “K”.
Fue actor desde el mismo jardín de infancia, cuando recitó un poema sobre el petirrojo de la primavera. Fue una estrella en secundaria, y en la universidad compitió como luchador y desarrolló el físico que mostraría en muchas de sus películas. Era decidido: viajó hasta St. Lawrence como autoestopista de adolescente y convenció a un decano que le aprobara un préstamo para cursar estudios universitarios. Y fue duro. Uno de sus recuerdos de infancia más vívidos fue cuando le lanzó una cucharada de té caliente en el rostro a su intimidante padre. “Nunca hice nada tan audaz en ninguna película”, escribió más tarde. A partir de 1941, Douglas consiguió varios papeles pequeños en Broadway, sirvió brevemente en la Armada y recibió una oportunidad clave en Hollywood cuando una vieja amiga de Nueva York, Lauren Bacall, recomendó que actuara con Barbara Stanwyck en “El extraño amor de Martha Ivers”. Recibió más atención con el clásico del cine negro “Retorno al pasado”, de 1947, y a “Carta a tres esposas”, que ganó dos Oscar. Su gran salto a la fama fue encarnando a un boxeador con pocos escrúpulos en “El triunfador”, de 1949, una cinta de bajo presupuesto que le aconsejaron rechazar.
“Antes de ‘El triunfador’ en 1949 había interpretado a un maestro intelectual, a un maestro débil y a un alcohólico”, dijo una vez Douglas en una entrevista con la AP. “Después de ‘El triunfador’ fui un tipo duro. Hice cosas como interpretar a Van Gogh, pero la imagen permanece”. Hacía tiempo que quería tener control creativo, y después de “El triunfador” llegaron varios éxitos que le dieron el impulso para fundar Bryna Productions en 1955, y una segunda empresa después. Muchas de sus películas, como “La patrulla infernal” de Kubrick, “Los vikingos”, “Espartaco”, “Los valientes andan solos” y “Siete días de mayo”, fueron producidas por sus empresas.
La cinta preferida de Douglas era una de vaqueros, “Los valientes andan solos”, que incluía un diálogo que describió como el más personal que había dicho en pantalla: “Soy un solitario hasta el fondo de mis entrañas”.
Su carrera cinematográfica entró en declive en la década de 1960, y Douglas acudió a otros medios. En los años 70 y 80 hizo varias series de televisión notables, como “Victory at Entebbe” y “Amos”, que retrataba maltratos a ancianos. Después de cumplir los 70 se convirtió en escritor. Entre sus 11 libros están la autobiografía “The Ragman’s Son”, las novelas “Dance With the Devil” y “The Gift”, así como un título breve sobre la producción de “Espartaco”.
Antes de su segundo matrimonio, la vida privada de Douglas fue tan impulsiva como sus interpretaciones. Los directores tenían problemas para manejar su carácter, y algunos incluso llegaron a los golpes con el actor. Se le relacionó con la mayoría de sus compañeras de reparto, y salió con Gene Tierney, Patricia Neil y Marlene Dietrich, entre otras. Su primer matrimonio, con Diana Dill, terminó en 1951, aunque siguieron siendo amigos durante décadas. En 1954 se casó con Anne Buydens, a la que conoció en París cuando rodaba “Acto de amor” _y perseguía con fruición a una joven actriz italiana_ mientras Buydens trabajaba haciendo publicidad para la cinta. Más tarde diría que le debía su propia vida a Anne, con la que pasó más de 60 años. En 1958, el productor Michael Todd, entonces esposo de Elizabeth Taylor, le ofreció un viaje en su avión privado. La esposa de Douglas insistió en que no fuera, preocupada por la nave, y él terminó cediendo. El avión se estrelló, matando a todos los pasajeros.
Douglas tuvo dos hijos con cada una de sus esposas y todos se dedicaron al mundo del espectáculo, en contra de los consejos de su padre. Además de Michael, están Joel y Peter, ambos productores, y Eric, un actor que rodó varias películas y murió de sobredosis en 2004.
Las nuevas generaciones llegaron a ver a Kirk como al padre de Michael. Michael Douglas no sólo tuvo éxito en Hollywood, sino que superó a su padre en los Oscar con un proyecto que su padre había codiciado antes. Durante años, Kirk Douglas intentó hacer una película basada en la emblemática novela de Ken Kesey “Atrapado sin salida”. En la década de 1970 desistió, y dejó que Michael lo intentara. Su hijo produjo “Atrapado sin salida”, que se convertiría en un clásico, con Jack Nicholson en el papel que quería interpretar Kirk Douglas. La cinta se llevó los Oscar a la mejor película, director, actor, actriz y guion.
“Mi padre ha hablado mucho de su decepción con eso”, comentaría más tarde Michael Douglas a Vanity Fair. “Tengo que recordarle que compartí parte de mis créditos de producción con él, así que terminó ganando más dinero con esa película que con ninguna otra”.
“Y de buena gana devolvería cada centavo, si hubiera podido interpretar ese papel”, dijo a su vez Kirk Douglas.
La filmografía de Kirk Douglas en las décadas de 1970 y 1980 incluye “La furia” de Brian de Palma y la comedia “Dos tipos duros”, coprotagonizada por Burt Lancaster, su viejo amigo y con el que había trabajado en “Siete días en mayo”, “Duelo de titanes” y otras. En 1996, una apoplejía pareció haber puesto fin a su carrera en el cine, pero Douglas regresó tres años después con “Diamonds”, en la que actuó tras superar problemas de dicción.
“Creí que nunca haría otra película a menos que volviera el cine mudo”, bromeó.
En el 2003, Douglas hizo equipo con su hijo Michael, su nieto Cameron _el hijo de 24 años de Michael_ y su exesposa Diana Douglas, la madre de Michael, para “It Runs in the Family”, una tragicomedia sobre tres generaciones de una familia, con un par de guiños al estilo de paternidad del mayor de los Douglas. En marzo de 2009 presentó un monólogo, “Before I Forget”, en el que hablaba sobre su vida y amigos famosos. En sus cuatro noches en el Teatro Kirk Douglas de Culver City se agotaron las entradas.
“He dicho a menudo que soy un fracasado, porque no logré lo que me propuse”, dijo una vez Douglas. “Mi objetivo en la vida era ser una estrella en el teatro de Nueva York. La primera vez que Hal Wallis me pidió que fuera a Hollywood, le rechacé. ‘¿Hollywood? ¿Esa basura? ¡Soy un actor en Broadway!’”.
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El periodista de The Associated Press Bob Thomas contribuyó con este despacho. La exreportera de The Associated Press Polly Anderson escribió material biográfico en este despacho.