La satisfacción es un concepto complicado en tierra de Marvel. Por un lado, cada trozo de información previa al estreno es obsesivamente consumido con expectación febril. Pero al aproximarse el debut, un repentino silencio se apodera de los fans más acérrimos que, para evitar los spoilers, abandonan sus teléfonos celulares y se esconden en un lugar oscuro hasta que no haya moros en la costa y los multicines abran sus puertas. Es un angustioso baile entre querer saber de todo y nada al mismo tiempo, y nunca cesa. Ningún final de Marvel (usualmente) dura más allá de los créditos.
Esos fans no leerán esta reseña, pero sospecho que “Avengers: Endgame” les dará satisfacción y quizás hasta un bienvenido respiro. “Endgame” no sólo resuelve el suspenso que dejó su antecesora — ese débil aperitivo de 300 millones de dólares y 156 minutos más conocido como “Infinity War” — sino que ata todo el arco narrativo de 22 películas de Marvel que comenzó en 2008 con “Iron Man”.
Generosa en humor, atmósfera y sentimentalismo, “Endgame” de Anthony y Joe Russo es un sorpresivo festín que, gracias a la magia del viaje en el tiempo, mira con nostalgia toda una década de dominio mundial de Marvel. Es Marvel trabajando a toda máquina, en total control de sus poderes míticos y develando más emoción que nunca en su cosmos ficticio.
Fue el Tony Stark (Iron Man) de Robert Downey Jr. el que dio inicio al universo cinemático de Marvel, y es él el que abre “Endgame” y se mantiene como centro de atención la mayor parte del filme. Proporcionar si quiera la trama más básica de “Endgame” es una misión imposible, pero es justo decir que transcurre un tiempo después de la ruptura ocasionada por el megalómano Thanos (Josh Brolin), quien tras obtener las seis “piedras del infinito”, borró el 50% de las criaturas (y superhéroes) de la Tierra al final de “Infinity War” con el solo chasqueo de sus dedos.
En lugar de disfrutar de los puestos de estacionamiento adicionales y de los pasillos vacíos, los sobrevivientes han pasado el tiempo en un estado prolongado de duelo. Los superhéroes restantes también están tambaleándose, avergonzados de su derrota. Uno se ha tornado iracundo y vengativo, a otro le ha salido una panza de cervecero. Así de nauseabundo como está el aura de algunos en “Endgame”, la cinta — que ciertamente no carece de solemnidad pesimista — es con frecuencia chistosa al acomodar los Russo, que trabajaron con un guion de Christopher Markus y Stephen McFeely, a sus héroes en nuevos pares y raros contextos.
Esto se debe en gran parte al elenco, que incluye a un número de actores cómicos de primera categoría empezando por Downey Jr, pero también están el prominente Paul Rudd (Ant-Man) y los regulares de Avengers Chris Hemsworth (Thor) y Mark Ruffalo (Hulk). Aunque Marvel ha mejorado su paridad de género (la flamante Capitana Marvel de Brie Larson tiene un pequeño pero importante papel aquí), su cosmos podría beneficiarse de más actrices cómicas. ¿Podría por favor Maya Rudolph ser la reina de la galaxia?
Pero al menos la cinta está repleta de superhéroes. Rara vez se han visto tantas estrellas de cine juntas en un mismo lugar, y un filme con este calibre de talento realmente no puede ser menos que decente. Entre sus astros están Chris Evans como el Capitán América, Scarlett Johansson como la Viuda Negra, Don Cheadle como War Machine, Bradley Cooper como Rocket. Y los Russo, con ayuda de la amplia duración de la película, consiguen equilibrar personajes y tramas con naturalidad.
A lo largo de este acto de malabarismo resuena algo de cada una de las cintas del universo de Marvel, desde “Iron Man”, hasta “Los Guardianes de la Galaxia”, “Thor” y algo de “Black Panther”. Más que cualquiera de esas franquicias, “Endgame” tiene en sus mejores momentos la emoción de los giros y reveses clásicos de los libros de historietas.
Pero la principal diferencia es que una dosis de rotundidad finalmente se ha colado en un universo donde la muerte rara vez visita a los buenos. “Endgame” probablemente sea más recordada por sus llorosos adioses. Revelar quién, por supuesto, podría costarme la vida. Pero las despedidas, tiernas y sinceras, capturan algo importante sobre las películas de “Avengers”: en el fondo hablan de familia. Nunca fue tan evidente como en los hijos, padres, hermanos y esposos que habitan “Endgame”, creando conexiones en un reino de fantasía que pese a la agitación es mucho más unido que el nuestro.
Otros adioses son legítimamente más sombríos. El difunto Stan Lee hace aquí su último cameo, y es uno bueno. Su canto del cisne verifica que “Endgame” marca el final de una era, pero la conclusión de este capítulo en este universo cinemático por supuesto no durará mucho: las líneas de ensamblaje de Marvel ya están zumbando. Y sospecho que pasará un tiempo hasta que entendamos lo que Marvel ha causado con estas películas. En el peor de los casos, son productos colosales e inhumanos construidos para una forma agrandada de atracones televisivos. En el mejor de ellos, son espectáculos grandiosos y extragrandes de Hollywood. No es un spoiler decir que “Endgame” raya más en lo segundo. Al menos así lo creo.
“Avengers: Endgame”, un estreno de Walt Disney Co., recibió una clasificación PG-13 de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de violencia y acción, y algo de lenguaje soez. Duración: 181 minutos. Tres estrellas de cuatro.