Cuando Samuel L. Jackson cumpla los 70 años este viernes, ya llevará estrenadas más de un centenar de películas, con algunas de las frases más populares de la historia del cine incluidas.
Además entró en esta séptima década de vida con una fiesta de celebración por todo lo alto. Un convite que se celebró el pasado fin de semana en Nueva York y que algunos de los asistentes, parafraseando al mal hablado de Jackson, calificaron como la madre de todas las fiestas.
No faltó ni uno de los suyos, incluso los que tuvieron que volar desde Los Ángeles para asistir al ágape en Cipriani, en la legendaria calle 42 neoyorquina. Stevie Wonder le cantó el cumpleaños feliz, Laurence Fishburne abrió la pista de baile, la juez Judy la cerró y figuras de Hollywood y de la vida de Jackson como Whoopi Goldberg, George Lucas, Spike Lee, Anne Hathaway o Bruno Mars, entre otros muchos, le tiraron de las orejas.No es para menos.
En sus más de tres décadas de carrera Jackson se ha convertido en algo más que una estrella.
El monto acumulado en todos sus estrenos excede los 10.500 millones de dólares (más de 9.100 millones de euros) y desde 2011 es considerado el actor más taquillero de todos los tiempos.
Películas hay para todos los gustos, pero como amante del cómic que es, él siempre las ha preferido de ficción. Superlativas como su Nick Fury en la saga de los Avengers, espaciales como su maestro Jedi en la precuela de Star Wars, excesivos y violentos como todos los papeles que ha interpretado a las órdenes de Quentin Tarantino –desde Pulp Fiction hasta Los odiosos ocho pasando por Django desencadenado– o complicadamente malos como el personaje de Elijah que protagonizó en El protegido y que ahora retoma en Glass (Cristal).
De todas ellas su favorita es un título inesperado: Memoria letal. Precisamente porque no es él quien juega la baza sino su compañera de reparto, una Geena Davis empoderada antes de su tiempo.
Más allá del cine, Jackson es una imagen de marca para sus 7,55 millones de seguidores en Twitter.
Un influencer que ha puesto de moda las gorras de Kangaroo (siempre en su cabeza) o la ropa con mensajes, como las camisetas de sí mismo que le gusta llevar o ese chaleco que vistió en su cumpleaños con todos los títulos de su filmografía bordados en él.
Eso además de conseguir que toda una generación de seguidores se aprendiera sus monólogos de Pulp Fiction. Nadie sabe insultar como él. Tanto que este año impartió por primera vez clases de interpretación para enseñar a insultar como solo Jackson sabe hacerlo.
¿Su preferido? “Motherfucker (hijo de puta) que al parecer digo con frecuencia”, confesó el actor en una entrevista hace un tiempo. Jackson aprendió la expresión como forma de reafirmarse cuando era joven y tartamudeaba. Todavía lo hace a veces, pero como recuerda él mismo, que en un momento de su vida pensó en ser biólogo marino, la interpretación le enseñó a interpretar a personajes que no tartamudeaban.
Ser actor también apartó a Jackson de otros posibles caminos más controvertidos. Por ejemplo, las drogas. Su retrato como un cocainómano en Fiebre Salvaje se acercó demasiado a la realidad de alguien que antes de esa película había sobrevivido a varias sobredosis de heroína. “Pero el papel de Gator fue catártico y mató a ese otro yo para siempre”, recuerda siempre que puede cuando ya lleva tiempo alejado de las drogas.
El cine también apartó a este contestatario de una juventud en los Panteras Negras —organización negra socialista—, algo que, según le dijo el FBI a su madre, podía haber acabado con su vida cuando era joven y se criaba en Tennessee.
Jackson se apartó de la lucha política, pero no de sus ideas, como demuestran los continuos ataques de este acérrimo demócrata al actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, al que llama de todo en Twitter.
Su último ataque frontal, llamando hemorroide al mandatario, se hizo viral en un instante. y le ganó medio millón de me gusta, mientras que quienes no compartían su opinión denunciaban al actor en las redes sociales por lo que consideraban una profanación.
El septuagenario es de los que no se amedranta. Sin importarle la fama, los fans que se ha ganado o los enemigos que se ha buscado dicen que vive su vida como otro cualquiera, sin séquito ni asistentes personales ni guardaespaldas. Solo con su esposa, la actriz y productora LaTanya Richardson, y su hija Zoe Jackson. “Me paseo por las calles, hago la compra, me meto por calles para ver qué descubro y nadie me ha intentado matar”, recordó en una entrevista, donde destacó como el encuentro más notable el que tuvo con Gregory Peck. “Salía de un estudio y alguien me dijo ‘¡Samuel!’ Me vuelvo y era Gregory Peck. Le dije: ‘¿Sabes quién soy?’ Y me contestó: ‘¡Claro!".