NUEVA YORK (AP) — Ingresar a un teatro de Broadway es siempre una experiencia especial. La electricidad del ambiente, los murmullos, la emoción por lo que se viene. Recorrerlo vacío, no obstante, puede ser tanto o más divertido.
El Hudson Theatre acaba de abrir sus puertas a visitas guiadas que ofrecen al turista la oportunidad de pasear por el interior de la sala más vieja de Broadway y escuchar historias fascinantes ocurridas durante sus 116 años de vida.
“Recomiendo a la gente que disfrute esa rara oportunidad de estar en un teatro de Broadway vacío”, dice el guía Tim Dolan poco antes de abrir las puertas que dan al interior de la sala.
Durante 90 minutos, Dolan muestra los distintos rincones del teatro y cuenta historias de figuras como Barbara Streisand, Louis Armstrong y Elvis, entremezcladas con comentarios de episodios históricos como el hundimiento del Titanic y el incendio del teatro Iroquois en 1903 en Chicago.
“Son historias locas. Para todos los gustos. Tragedias. La historia de Estados Unidos, de la televisión, el cine, de luminarias y, desde ya, de Broadway, que me obsesiona”, dijo Dolan tras completar el recorrido.
Dolan, un actor que intervino en obras de Broadway, off-Broadway, cruceros y giras nacionales, organiza los paseos a partir de Broadway Up Close, una empresa que se enorgullece de contratar sólo actores y personal de los teatros, para darle mayor autenticidad a la experiencia.
Le tomó años convencer a los dueños del Hudson, el Ambassador Theatre Group, que le permitieran organizar visitas guiadas cuando no hay funciones. Lleva consigo un iPad lleno de fotos y de videos del teatro para acompañar sus relatos.
Si bien hay otros paseos por Broadway, incluso visitas a teatros, ninguno se compara con lo que ofrece Broadway Up Close, con su mezcla de historia, conocimientos arquitectónicos y la perspectiva de los actores. Cada vez que puede, Dolan lleva a los visitantes al mismo escenario, algo poco frecuente.
Entre lo más destacado del paseo figuran el lobby de mármol, con sus luminosos azulejos azules, anaranjados y morados de Louis Comfort Tiffany, y la luz del escenario, que permanece siempre encendida. Uno se entera de que los mejores asientos costaron dos dólares cuando abrió el teatro en 1903 y descubrirá por qué los baños de las mujeres están siempre tan atestados.
Los visitantes pasan por la platea, los palcos y un bar privado. Dolan les muestra fotos que tomó de los dos pisos de arriba del edificio, que están vacíos. Alguna vez vivió una familia allí y ahora no son parte del teatro. La contagiosa energía de Dolan y sus conocimientos hacen que este sea un paseo obligado para todo visitante de Nueva York, sobre todo los amantes del teatro.
Dolan estudió el tema en la Biblioteca del Congreso, el Shubert Archive, el Museo de la Ciudad de Nueva York y la Biblioteca Pública de Nueva York, y leyó biografías y autobiografías.
El Hudson fue construido por el productor teatral Henry Harris, quien falleció en la tragedia del Titanic. Su viuda, Rene, que fue la última pasajera rescatada del trasatlántico, siguió manejando el teatro por otros 20 años.
Una de las obras que montó en 1929, “Hot Chocolate”, lanzó la carrera de Louis Armstrong, quien se robó el show cantando “Ain’t Misbehavin’”.
El Hudson funcionó como teatro, con algunas intermitencias, hasta 1960. Por su escenario pasaron Ethel Barrymore, Douglas Fairbanks, Sidney Lumet, Mae West, Lena Horne y Maureen Stapleton.
A partir del 60 tuvo una existencia difícil y cuatro veces corrió peligro de ser demolido. Se salvó probablemente por la familia que vivía en los pisos superiores. Pasó por varias manos y fue usado para distintas cosas, incluso como estudio de radio y televisión, como teatro burlesco y para transmitir películas pornográficas.
Reabrió como teatro en el 2017 con una obra protagonizada por Jake Gyllenhaal, quien dejó una marca permanente: sus notas manuscritas de un tema de Stephen Sondheim, ahora convertidas en un cartel de neón en uno de sus bares.
En su condición de actor, Dolan puede explicar detalles técnicos desde el movimiento del telón de fondo, hasta las fortunas que pagan los productores para llevar todo lo que necesitan a la sala. Dice que los actores cuentan las veces que el público tose, un indicio de aburrimiento. Y si usted es el tipo de persona que filma el espectáculo con su teléfono, advierte que los actores se dan cuenta cuando hay una lucecita roja delatora y avisan a los acomodadores.
“Lo vemos todo”, dice bromeando. “Fingimos que no, pero vemos todo lo que ustedes hacen”.