not8052WASHINGTON (AP) — La embajada venezolana en Washington lleva un mes llena de gente. Nadie es diplomático. Ninguno es venezolano.

Los venezolanos están afuera y exigen indignados el desalojo de activistas estadounidenses que se mudaron a su sede diplomática para apoyar al atribulado presidente Nicolás Maduro.

La embajada --ubicada en el acomodado barrio de Georgetown-- se ha convertido sorpresivamente en un reflejo de la confrontación entre el populista Maduro y el líder opositor Juan Guaidó por el poder en la nación sudamericana.

Maduro invitó a los activistas a la embajada cuando Estados Unidos y otros 50 países reconocieron a Guaidó como presidente interino. Los diplomáticos cerraron la embajada y se marcharon a casa. Los activistas permanecen.


“Somos apoderados”, dijo a The Associated Press Medea Benjamin, fundadora de uno de los grupos que tomaron la sede diplomática llamado Code Pink.

Ellos consideran a Maduro, cuyo gobierno es reconocido por la Organización de Naciones Unidas, como líder legítimo de Venezuela.

“Hacemos lo que otro país haría, que es proteger el espacio”, indicó. Cuando dos países no tienen relaciones, es común que una tercera nación neutral intervenga para manejar las sedes diplomáticas.

El gobierno de Donald Trump ha catalogado a los activistas como invasores de territorio soberano venezolano y ha dicho que deben retirarse. Gustavo Vecchio, el embajador ante la Casa Blanca designado por Guaidó, dijo que ha culminado los trámites necesarios y que corresponde ahora a Estados Unidos desalojar el edificio.

Sin embargo, el Departamento de Estado, que es responsable de la seguridad de las embajadas, no ha expulsado a los manifestantes. Un funcionario de ese Departamento dijo a The Associated Press que “continúa coordinando con el Servicio Secreto y cuerpos policiales locales y federales sobre la situación en la embajada venezolana”.

La entrada principal permanece cerrada, pero los activistas y otros visitantes continúan entrando y saliendo por una puerta lateral. Algunos de los activistas van a trabajar por la mañana y regresan por la tarde.

El Servicio Secreto y otras agencias brindan seguridad, pero depende de los activistas determinar quién puede entrar o salir.

Junto a la puerta principal colocaron una galería de fotos de dirigentes y opositores que los ayuda a garantizar que sólo ingresen personas afines a su movimiento. También colgaron pancartas gigantes desde el techo y mantuvieron una agenda de actividades diarias como conciertos y conferencias.

También se han esforzado por sentirse como en casa. Al menos una docena duerme en la sede diplomática y se turnan para usar la única ducha. AP observó durante una visita reciente a personas trabajando en computadoras, elaborando pancartas y comiendo alrededor de una gran mesa.


Algunas cosas no han cambiado. Un pasillo aún exhibe camisetas autografiadas de estrellas venezolanas del béisbol como Miguel Cabrera, Bob Abreu y Johan Santana.

La ocupación fue apacible hasta que un alzamiento militar contra Maduro fracasó la semana pasada y los expatriados venezolanos acudieron en masa a las inmediaciones de la embajada, donde se instalaron con tiendas.

Vecchio inicialmente se mantuvo distante pero luego acudió al lugar a regañadientes ante las críticas de parte de la diáspora que no entendía su ausencia mientras extranjeros ocupan la sede diplomática.

Cuando comenzó a hablar, los activistas sacaron un megáfono por la ventana y comenzaron a cantar consignas impidiendo a la audiencia escuchar a Vecchio.

Los expatriados venezolanos también son ruidosos, gritan consignas y hacen sonar bocinas. Han instalado carpas para pasar la noche frente al edificio y se forman en cadenas humanas para impedir la entrada y salida de gente.

Gustavo Tarre, designado por Guaidó como su representante ante la Organización de Estados Americanos, dio un discurso afuera de la embajada en el que llamó a los activistas “lambucios”, la expresión venezolana equivalente a “muertos de hambre”.

Ambos bandos se acusan mutuamente de ser ofensivos, maleducados e irrespetuosos. Y parece que ambos tienen razón.

Vecchio recibe en Twitter el nombre de #cowardlycarlos (Carlos cobarde) y algunos llaman al grupo afín a Guaidó #gusanosunidos.

Fuente y Fotografía

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