
El patrón de secretismo y ocultamiento del Ejército se remonta a casi una década, cuando The Associated Press comenzó a investigar el tema dentro de las fuerzas armadas. Los oficiales lucharon contra la divulgación de la información durante años, y después comenzaron a ofrecer respuestas engañosas que contradicen registros internos.
Las armas militares no se desvanecen. Han sido utilizadas en tiroteos, se han blandido para robar y amenazar a personas, incluidos niños, y han sido recuperadas en manos de los delincuentes. Ladrones vendieron fusiles de asalto a una pandilla callejera.
Los oficiales del Ejército proporcionaron información que sugiere que sólo un par de cientos de armas desaparecieron durante la década de 2010. Memorandos internos del Ejército que obtuvo la AP muestran que las pérdidas son mucho mayores.
Los esfuerzos para suprimir la información datan de 2012, cuando la AP presentó una solicitud a través de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública (FOIA, por sus siglas en inglés) para obtener un registro en el que se supone que los cuatro servicios armados reportan la pérdida o el robo de armas de fuego.
El exmiembro del Ejército que supervisó este registro describió cómo él sacó un informe completo de armas perdidas o robadas, pero se enteró después de que sus superiores bloquearon que se divulgara.
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Durante cuatro meses, los dos líderes han intercambiado una dura retórica. Biden ha criticado repetidamente a Putin por ciberataques maliciosos de hackers asentados en Rusia contra los intereses de Washington, por despreciar la democracia con el encarcelamiento del líder de la oposición rusa y por interferir en las elección estadounidenses.
Putin, por su parte, ha reaccionado con todo tipo de confusiones, señalando a la insurrección del 6 de enero en el Capitolio para alegar que Estados Unidos no puede dar lecciones sobre las normas democráticas e insistiendo en que el Kremlin no participó en ninguna interferencia electoral o ciberataque a pesar de que la inteligencia estadounidense demuestre lo contrario.
Ahora, los dos se verán las caras por primera vez como presidentes en una reunión que se espera que dure entre cuatro y cinco horas. Antes de la cumbre, las dos partes parecieron rebajar las expectativas.
A pesar de todo, Biden dijo que sería un paso importante que Washington y Moscú puedan encontrar finalmente “estabilidad y previsibilidad” en su relación, un objetivo en apariencia modesto para un presidente que trata con quien considera uno de los rivales más acérrimos del país.
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“Tengo que estar aquí para ver crecer a mi princesa”, escribió en Facebook el mexicano-estadounidense, quien solía trabajar en un restaurante. “Mi corazón se siente hecho pedazos”.
Ramos no vivió para verla. Murió el 15 de febrero a los 32 años, convirtiéndose no sólo en uno de los casi 600.000 estadounidenses que han fallecido durante la pandemia de coronavirus, sino en otro ejemplo del impacto sorprendentemente desigual y siempre cambiante del brote en los grupos de minorías étnicas y raciales del país.
La marca ya cercana de 600.000 fallecidos, según la Universidad Johns Hopkins, es mayor a la población de Baltimore o Milwaukee. Equivale aproximadamente a la misma cantidad de estadounidenses que murieron de cáncer en 2019. Y aunque esa cifra ya es sumamente negativa, se cree que la real es significativamente mayor.
El presidente Joe Biden mencionó el hito el lunes durante su gira en Europa, diciendo que si bien los casos y muertes nuevas están disminuyendo drásticamente en Estados Unidos, “se siguen perdiendo demasiadas vidas” y “ahora no es el momento para bajar la guardia”.
En camino a la siguiente marca, el virus ha demostrado ser hábil para aprovecharse de las desigualdades en Estados Unidos, de acuerdo con un análisis de datos de The Associated Press.
En la primera ola de muertes, en abril de 2020, las personas de raza negra resultaron muy afectadas, falleciendo a tasas más elevadas que las de otros grupos de minorías étnicas o raciales conforme el coronavirus devastaba zonas urbanas del noreste y ciudades con altas poblaciones de afroestadounidenses como Detroit y Nueva Orleans.

Los visitantes que no estén completamente vacunados tendrán que colocarse el cubrebocas en todos los espacios cerrados y en todos los paseos mecanizados. Además los invitados tienen prohibido abrazar a los personajes.
Añadió que todos, vacunados o no, tendrán que ponerse la mascarilla en autobuses, monorrieles y en la góndola Disney Skyliner.
Es la más reciente actualización de las normas de sanidad aplicadas por Disney World desde el inicio de la pandemia de coronavirus en marzo del 2020.
Al inicio de la crisis, Disney World cerró dos meses pero reabrió el verano pasado con estrictas normas sobre el uso de la mascarilla, el distanciamiento físico y límites máximos de personas.
El mes pasado, la instalación permitió a la gente quitarse el barbijo en espacios abiertos. Representantes de Disney dicen que en el futuro próximo esperan poder levantar las restricciones de distanciamiento físico.
“Es importante recordar que algunas atracciones operarán con capacidad limitada o podrían estar temporalmente inaccesibles”, informó la compañía en su website.
“No estamos listos todavía para reabrirlo todo, pero somos optimistas y esperamos que pronto llegue el día en que nuestros visitantes puedan abrazar a sus príncipes y princesas”, añadió.

En la primera reunión presencial del grupo en dos años, los líderes hicieron promesas de apoyo a la salud mundial, la energía renovable, la infraestructura y la educación, todo para demostrar que la cooperación internacional está de regreso después de los trastornos causados por la pandemia y la imprevisibilidad del expresidente estadounidense Donald Trump.
Durante su cumbre de tres días en el suroeste de Inglaterra, los líderes de las democracias más ricas del planeta — Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos — procuraron mostrar que son mejores amigos de las naciones pobres que rivales autoritarios como China.
“No se trata de imponer nuestros valores al resto del mundo”, dijo a los periodistas el primer ministro británico Boris Johnson al final de la cumbre en Cornualles, un destino de playa. “Lo que nosotros como G7 debemos hacer es demostrar los beneficios de la democracia, la libertad y los derechos humanos al resto del mundo”.
El presidente estadounidense Joe Biden, en su primer viaje al extranjero en el puesto, dijo que fue una “reunión extraordinaria, colaborativa y productiva” que demostró que “Estados Unidos está de regreso para encabezar al mundo junto a las naciones con las que compartimos nuestros valores más queridos”.