En el segundo anfiteatro del Bernabéu, justo delante de la tribuna de prensa, un veterano de enorme bigote lloraba como un niño minutos después de que el árbitro pitara gol y final, ese 3-1 que cerraba la interminable Libertadores.
Solo había venido desde Argentina a ver el partido más importante de la historia de River, su equipo. Buscaba socios en el abrazo, y no era el único, porque sólo en finales así el desconocido es camarada.
Otros llamaban a su abuela en Buenos Aires o a sus hijos, en acto reflejo de celebraciones como ésta, cuando el hincha moriría por duplicarse, y estar a la vez en el estadio viviendo tan única noche y en su bar favorito con los amigos de siempre, festejando esta locura preciosa que es el fútbol cuando se vive con la sana alegría del domingo en Madrid.
En el césped, los jugadores de River daban saltos al son del fondo norte, donde la fiesta era monumental.
Bailaban con el enorme trofeo que es la Libertadores, la cuarta que gana el club, la primera ante el gran rival. Los chicos entrenados por Marcelo Gallardo lucían paraguas franjirrojos y banderas cuando la noche acariciaba ya el lunes.
El señor feliz del bigote se daba la vuelta y gritaba a los periodistas: «No me acuerdo de los goles».Febril, se le escapaba en esos momentos el derechazo que Juan Fernando Quintero colocó a Esteban Andrada, el meta de Boca, cuando el partido parecía condenado a los penaltis.
Apretaba River, impulsado por el empate primero y después por la roja que vio Barrios en la prórroga.
El equipo xeneize estaba sin aliento, mientras que su rival apretaba al sentir el título mucho más cerca.
Fue el colombiano Quintero, lanzado por su técnico en la segunda parte, quien llevó al cielo a los suyos. Habilidoso mediapunta, metió en muchos problemas a la defensa de Boca Juniors, cada vez más agotada.
El apoyo de James: Desde su llegada el pasado enero, cedido por el Oporto, anotó siete goles y repartió seis asistencias en 34 partidos para los 'millonarios', pese a que no siempre partiera como titular. "No importa si salgo desde el banco, porque los 22 debemos estar preparados para entrar", expresó el socio en Colombia de James Rodríguez, orgulloso ayer de su compatriota en el palco del Bernabéu. También el '10' del Bayern jugó para River.
Su alianza se ha consolidado a las órdenes de José Pékerman, que ya se les entregó los galones de Colombia durante los dos últimos Mundiales. El pasado verano, el gol de libre directo de Quintero ante Japón, fue elegido el segundo más bonito de todo el torneo.
Por delante, sólo el de Benjamin Pavard en el Francia-Argentina. Un orgullo para la familia Quintero, siempre unida en torno a Juanfer. El chico aprendió desde pronto la importancia del núcleo más íntimo.
Quizá porque en 1993, su padre, Jaime Enrique, desapareció para siempre en extrañas circunstancias. Una víctima más de la guerra del narcotráfico en Medellín.
"Trabajé ese golpeo": En Chamartín, además, Quintero recibió el premio al Fair Play. «No pensé más, recibí el balón, busqué el espacio, controlé y pateé.
En la víspera trabajé ese golpeo. Es un gol que hay que celebrar», reveló. «Sabíamos que Boca era un equipo muy táctico con mucho despliegue físico, pero trabajamos el partido hasta el final, comenzamos a mostrarnos y ahí marcamos diferencias. Somos justos merecedores del triunfo y ahora hay que celebrar», dijo el cafetero, todavía en el césped 40 minutos después de terminar el encuentro.
La jarana terminó con todo River Plate haciendo un corro en el centro del campo. Los cánticos seguían en una hinchada que parecía querer quedarse a vivir en esa euforia que les impregnaba. Enfrente hacía rato que el fondo de Boca miraba en silencio, vacío de público.
Alguno aguantó a la entrega de la copa a su eterno rival, e incluso aplaudió el gesto de los jugadores de River, al acercarse a abrazar a los futbolistas derrotados. A los bosteros les quedaba por delante la siempre triste caravana de regreso que aguarda al perdedor.
«Hubo un campeón y que no hubo discusión. Le tengo que agradecer a Florentino Pérez y al Real Madrid porque el Bernabéu fue una fiesta espectacular para todo el mundo», aplaudió Alejandro Domínguez, el presidente de la CONMEBOL.