popovichEs 7 de diciembre y los Spurs son penúltimos de una Conferencia Oeste un año más carnívora. Es diciembre, en España el puente de la Constitución, y los Spurs son uno de los ocho peores equipos de la NBA. No están en puestos de playoffs, se alejan del 50% de victorias (11-14), sufren como condenados fuera de San Antonio (4-10) y, lo peor de todo, su inercia es claramente negativa porque empezaron la temporada 6-2 en lo que parecía otro trabajo finísimo de Gregg Popovich, el padre de uno de uno de los mayores milagros en movimiento de la historia del deporte estadounidense. En algunos aspectos, seguramente el mayor.
 
Desde entonces, un 5-12, 3-7 en los últimos 10 partidos y una semana con tres derrotas en cuatro partidos por más de 30 puntos. En los anteriores 1.758 partidos de Popovich como entrenador, los Spurs solo habían perdido cinco veces por más de 30.
 
En las últimas 29 temporadas a los Spurs les habían metido 135 puntos o más cuatro veces. En esta, van 5 en 25 partidos. El peligro es conocido, y esta vez muy real: quedarse fuera de playoffs por primera vez después de 21 temporadas completas con Gregg Popovich (bajó de los despachos al banquillo al poco de iniciarse la 1996-97, con Tim Duncan ya avanzando hacia el draft). En ese tiempo, siempre en las eliminatorias y los mismos títulos, cinco, que eliminaciones en primera ronda.
 
Tras los primeros 25 partidos de una temporada completa de Popovich, los Spurs nunca habían estado en negativo. Ni cerca. Lo peor, 15-10 (cinco veces, la última en la 2009-10). Lo mejor, el 22-3 de la 2010-11. Es un equipo que en esos 21 años solo bajaron del 60% de triunfos la temporada pasada (47-35, un 57% y derrota ante los Warriors en primera ronda).
 
Los Spurs, los números ya no mienten a estas alturas de la temporada, no están en la mitad buena en casi ningún apartado estadístico. Son 16º en puntos (109,4), 24º en puntos recibidos 8113,79, 25º en +/- (-4,3), 29º en triples anotados y lanzados (9,3/24,4), 19º en rebotes, 17º en asistencias, 27º en tapones... la joya de la corona es el cuidado de la bola ya que es el equipo que menos pérdidas suma (12,4 de media).
 
Estos números hablan de un equipo mediocre... y que tiene muchos problemas en los apartados en los que más influye el físico y menos en los que son cuestión e IQ. Eso son, precisamente, estos Spurs que no aspiran al anillo, no van a tankear, tienen estrellas de recorrido más bien corto (pero estrellas, eso sí), han dejado de ser atractivos para los grandes agentes libres (nunca lo fueron realmente, su modelo fue otro) y no están en las cuentas de los grandes traspasos que llenan los rumores.
 
Décimos en ranking ofensivo (109,2), el gran lastre (-4,2 en diferencia de ratings, la sexta peor de la liga) es la defensa: 113,4 el 29º peor rating. Por dar perspectiva, esa cifra nunca ha pasado de 110 con Popovich y se ha quedado 11 veces por debajo de 100. La temporada pasada fue de 104,8, la peor en siete años.
 
Los Spurs tienen un equipo que es genéticamente incapaz de defender con eficacia, se le añadan los trucos de Popovich que se le añadan.
 
Más aún: son incapaces de ser equilibrados y mezclar quintetos efectivos en los dos lados de la cancha. Se han ido Kawhi Leonard y Kyle Anderson, se ha lesionado de gravedad Dejounte Murray y los prometedores rookies están lesionados (Lonnie Walker) o muy verdes (Chimezie Metu). Pau Gasol también ha caído y los Spurs van cortísimos de efectivos y metidos en el tipo de ataques que inevitablemente generan dos líderes de perfil no alto, DeMar DeRozan y LaMarcus Aldridge, muy buenos en lo suyo... pero lo suyo no es abrir la pista (recuerdo: últimos en triples intentados y anotados), ni defender, ni adaptarse a los distintos estilos que ha usado un Popovich que basculó del bulldozer defensivo de los primeros anillos a la primorosa máquina de anotar del último.
 
Estos son otros Spurs, de aclarados y tiros de media distancia, con poco físico para compensar el resto de deficiencias, desde luego para una actual NBA en la que van a contraestilo. Y, ahora mismo, no para bien. 
LaMarcus y Derozan (sobre todo el primero) han bajado mucho su rendimiento desde el inicio de temporada.
 
El segundo, además, arrastra los rescoldos del traspaso de un Kawhi Leonard que está a nivel MVP en Toronto Raptors. Kawhi era el puente entre la era Duncan y el futuro, la razón (seguramente) por la que Popovich sigue al frente del equipo. El sainete que acabó con su salida fue un dardo enorme en lo deportivo y en lo cultural porque en el alero, inevitablemente, habíamos percibido ese perfil de liderazgo que ejercía Duncan y que Kawhi, aunque también hable poco, nunca quiso en realidad para sí. Ya no está Kawhi, ni Duncan, ni Tony Parker ni Manu Ginóbili. Ni Danny Green, ni siquiera Boris Diaw. Del último equipo campeón solo queda Patty Mills. Entonces un secundario, ahora camino de los 31 años.
 
Los Spurs, y es difícil de asimilar mientras Popovich siga en un lateral de la cancha, son un equipo más. Todavía con recorrido, todavía capaces de meterse en playoffs y con 10 all stars en las piernas de LaMarcus (6) y DeRozan (4), que se llevarán la próxima temporada más de 53 millones entre los dos. Y Mills, 12, y Pau Gasol 16 (salvo que le corten por poco más de 6,5). Los Spurs tienen esos problemas que tienen tantas franquicias de mercados medianos, con un presente de techo bajo y un futuro incierto. Y cuesta mucho interpretarlo así porque nos habían acostumbrado a una excelencia continuada y literalmente imposible. Ahora están en el mundo real, con los dos pies en tierra en un Oeste en continua aceleración. Sin duda, el trabajo más difícil de Gregg Popovich, al menos el más cercano a la zona cero en su punto actual.

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