Para muchos, el presidente de El Salvador es un héroe nacional que enfrentó con mano firme a las pandillas violentas del país. Para otros, el populista es un autócrata del siglo XXI que ha cometido violaciones masivas contra los derechos humanos y cambiado las reglas del juego para concentrar el poder en sus manos.
Bukele ha llamado la atención del mundo como pocos líderes latinoamericanos en los últimos tiempos.
El autoproclamado “dictador más ‘cool’ del mundo” tiene muchas posibilidades de lograr un segundo mandato presidencial en las elecciones del domingo. Tras eludir una constitución que prohíbe la reelección en seis partes distintas, Bukele tiene el apoyo de entre siete y nueve de cada 10 votantes, según sondeos recientes.
Un argumento frecuente de sus seguidores es que tienen pocas opciones tras años de corrupción y violencia bajo los partidos tradicionales de El Salvador. Alex Cisneros es uno de los que piensan votarle.
“Ha hecho muchas cosas buenas y muchas cosas malas”, dijo Cisneros, de 32 años. “La gente le critica, pero al menos ha hecho”.
Cisneros creció en una de las zonas más peligrosas de San Salvador y huyó a Estados Unidos cuando tenía 20 años, después de que su primo fuera asesinado por la Mara Salvatrucha. Ahora ha vuelto a su país y dice que se preocupó cuando la policía encarceló a un vecino anciano por proteger a su hijo, que probablemente era un pandillero, pero añade que ahora puede caminar con tranquilidad por las calles de noche por primera vez en su vida.
La victoria casi segura de Bukele consolidará su asidero sobre el poder mientras su estrategia dura se extiende desde su pequeña nación centroamericana a otros lugares con sus propias crisis de seguridad, como Ecuador, Honduras y República Dominicana. Eso preocupa a los activistas de derechos en toda la región.
Tyler Mattiace, investigador para América de Human Rights Watch, considera a Bukele como “uno de los mayores riesgos para los derechos humanos y para la democracia que vemos en América Latina ahora mismo”.
“Bukele es increíblemente popular, no solo en casa en El Salvador”, dijo Mattiace. “Vemos un creciente número de personas en países de toda América Latina que apoyan esta clase de populismo autoritario porque creen que podría ser la única forma de abordar niveles crecientes de violencia”.
Cuando fue elegido por primera vez en 2019, Bukele, un exgerente de publicidad de origen palestino, se convirtió en el líder más joven de América Latina. Amante del espectáculo, ha atraído a algunas de las personas más conocidas del mundo, hace poco ofreció el concurso de Miss Universo y llevó al astro del fútbol Lionel Messi para jugar un partido de pretemporada.
Pero fue en 2022 cuando se hizo más conocida, con su dura campaña contra las pandillas que habían aterrorizado a El Salvador durante años.
Bajo un estado de emergencia, su gobierno ha encarcelado a 76.000 personas —más del 1% de la población— en prisiones donde grupos de derechos han documentado casos de tortura y la muerte de más de 150 presos. El gobierno también ha sido acusado de violaciones sistemáticas de derechos humanos.
En una entrevista el martes con The Associated Press, el compañero de fórmula de Bukele, el candidato a vicepresidente Félix Ulloa, reconoció que el gobierno ha “cometido errores” al detener a miles de personas que no habían cometido delitos. También admitió que las autoridades han marcado objetivos de detenciones.
Sin embargo, negó que el gobierno hubiera suspendido los derechos de la población salvadoreña “honrada”. Justificó la campaña afirmando que es por el bien del país y muy popular.
“No hay un estado policial. Hay un estado que brinda seguridad”, dijo Ulloa.
La tasa de homicidio de El Salvador se ha desplomado a una de las más bajas del continente americano, cuando hace apenas unos años el país estaba considerado como uno de los lugares más peligrosos del mundo.
Al cumplir su promesa de traer seguridad, algo en lo que habían fracasado los dos partidos tradicionales del país, Bukele se ha ganado la adoración de millones de salvadoreños como Paola Ventura.
La mujer, de 25 años, trabaja en una tienda en el centro de San Salvador cubierta con la imagen del presidente, que aparece en gorras y camisetas de fútbol con el lema “Bukele 2024”. Antes vendía cobertores y bufandas, pero todas las compraron clientes que visitaban desde otros países.
Ventura señaló que su jefe también ha pintado todo un muro de su cercano restaurante de pupusas con un mural de Bukele, lo que ha atraído clientes.
“Es famoso”, comentó. “La cara de Bukele vende”.
Otras personas dijeron a AP que tenían demasiado miedo de hablar sobre las elecciones debido a las detenciones masivas.
Bukele ha basado su campaña en la campaña contra las pandillas y advierte a los salvadoreños que si su partido Nuevas Ideas no gana las elecciones, “pondríamos en riesgo la guerra contra las pandillas”.
“La oposición podrá lograr su verdadero y único plan, liberar a los pandilleros y ocuparlos para regresar al poder”, dijo en un video, mientras su mensaje se repetía en televisión, radio y redes sociales.
Los riesgos democráticos de largo plazo que acompañan al carismático líder son menos aparentes para los votantes, según señalaron abogados constitucionalistas, analistas y políticos opositores.
Conforme Bukele gana popularidad, él y su partido han concentrado el poder sobre todas las ramas del gobierno salvadoreño.
En 2020, Bukele entró en la Asamblea Legislativa con soldados después de que los legisladores recelaran de aprobar una propuesta de préstamo de seguridad. Chocó a menudo con el congreso, entonces en manos de la oposición, durante la pandemia, cuando intentó imponer algunas de las medidas más duras de la región y los legisladores se negaron a darle poderes de emergencia.
Cuando su partido triunfó en las elecciones legislativas de 2021, la cámara recién elegida hizo una purga en la corte constitucional para reemplazar a los jueces por personas leales, que más tarde concluyeron que Bukele podía presentare a un segundo mandato pese al veto constitucional a la reelección.
Bukele ha hecho algunos cambios electorales hace poco y reducido el número de circunscripciones de una forma que según los analistas le favorece, especialmente en los comicios locales y parlamentarios que se celebrarán en marzo.
El presidente ha construido una sofisticada maquinaria de comunicación que difunde la elaborada propaganda de un gobierno que ha acosado a periodistas, críticos y rivales políticos.
“Ese conjunto de acciones, las reformas, son parte de una estrategia. La idea es tener el control total del poder político (...) y prácticamente que la oposición se haga casi nula”, dijo Óscar Picardo, director de investigaciones de la Universidad Francisco Gavidia de El Salvador.
El compañero de fórmula de Bukele niega que el gobierno haya tomado medidas antidemocráticas para consolidar el poder. “No hay nada que hayamos hecho que no tenga una base legal”, dijo Ulloa a AP el martes.
Ante la creciente popularidad de Bukele, algunos líderes de la región han seguido su ejemplo para resolver sus propias crisis de seguridad.
En la vecina Honduras, tras una brutal masacre en una prisión, el gobierno redobló las detenciones de pandilleros y prometió que los encerraría en una remota prisión en una isla.
Haití está inmersa en una creciente crisis de seguridad, y el popular líder de la vecina República Dominicana Luis Abiner ha adoptado una posición cada vez más similar a la de Bukele en su propia “lucha contra la criminalidad”.
Ecuador sufre un auge del crimen violento y su nuevo presidente, Daniel Noboa, ha anunciado una campaña contra las crecientes pandillas, con escenas llamativas de redadas policiales similares a los primeros días del estado de emergencia de Bukele.
Puede que Bukele sea popular dentro y fuera del país, pero algunos salvadoreños creen que ha dedicado demasiado tiempo a su imagen global y no el suficiente a los problemas fundamentales del país, como la pobreza, que ha obligado a los salvadoreños a emigrar desde hace generaciones.
Pese a los esfuerzos por dar una imagen de prosperidad —ha adoptado el Bitcoin como moneda oficial y acogido una serie de eventos internacionales— el crecimiento económico de El Salvador está prácticamente estancado mientras la inflación subía en todo el planeta. En torno a la mitad de los salvadoreños enfrentaban inseguridad alimentaria en 2023.
Julio Eduardo Durán, de 57 años, trabajado desde hace 40 años vendiendo y arreglando relojes y ha visto sus ganancias desplomarse desde que el gobierno expulsó a los vendedores de la principal plaza de la capital en un esfuerzo de limpiar la zona.
“No se acuerdan del pobre”, dijo Durán. “Nuestro gobierno no nos ayuda en nada, es una mentira. Ellos quieren que El Salvador sea con Estados Unidos, pero nosotros tenemos hambre”.
Durán declinó decir a quién votaría en las elecciones del domingo.
BY MEGAN JANETSKY
(AP Foto/Moisés Castillo)