ASUNCIÓN, Paraguay (AP) — A pesar de haber sido derrocado en 1989 tras un régimen de terror de 35 años , durante el cual 20.000 personas fueron torturadas, ejecutadas o desaparecieron, algunos paraguayos sienten que el general Alfredo Stroessner nunca se fue realmente.
“Probablemente este sea el único país en el que el partido político que apoyó a un dictador, una vez que éste se va, sigue en el poder”, dijo Alfredo Boccia, investigador de la historia de Paraguay. “Por eso el escrutinio tardó tanto, la mayoría de los desaparecidos nunca fueron encontrados y casi no hubo juicios”.
Las desapariciones son un fenómeno conocido en América Latina. Las cifras de Argentina y Chile han cobrado mayor visibilidad, pero miles más han desaparecido en otros lugares a causa de dictaduras y conflictos armados.
Sin embargo, los paraguayos que tienen seres queridos desaparecidos enfrentan una lucha singular. Si bien Stroessner ya no está, su legado sigue siendo un obstáculo para su búsqueda.
A Rogelio Goiburu se le ha puesto el pelo blanco mientras busca a su padre. Su búsqueda dura 47 años y no tiene intención de rendirse, quizás gracias a las enseñanzas de su padre.
“Papá nos entrenó para sobrevivir”, dijo Goiburu. “Nos preparó para luchar eternamente contra el régimen de Stroessner”.
Los expertos dicen que el control de Stroessner no fue cuestionado por otros hombres fuertes militares en la región.
Fue presidente de Paraguay, líder de su conservador Partido Colorado, comandante de las fuerzas armadas y jefe de la policía. Stroessner no fue derrocado por enemigos, sino por su suegro, y los militares involucrados estaban afiliados a su partido, que ha gobernado prácticamente sin interrupción desde entonces.
La falta de críticas de los paraguayos hacia el partido por su papel en el oscuro pasado del país fue más palpable que nunca en 2018, cuando Mario Abdo fue elegido presidente. El candidato colorado era hijo del secretario personal de Stroessner y fue uno de los portadores del féretro en el funeral del dictador en Brasil, donde murió en 2006 sin ser condenado por ningún delito.
El predominio del Partido Colorado hace que la rendición de cuentas sea difícil de alcanzar. Varias calles de Asunción llevan el nombre de líderes militares. Pocos de los responsables de crímenes han sido juzgados y las escuelas públicas evitan mencionar la dictadura durante las lecciones de historia.
Santiago Peña, quien ganó las elecciones presidenciales de 2023 , fue ayudante del magnate del tabaco y expresidente Horacio Cartes, líder del partido pese a ser acusado de corrupción por Estados Unidos. Los colorados le consiguieron a Peña más del 40% de los votos, ganaron 15 de las 17 gobernaciones en juego y la mayoría en el Congreso.
“Los paraguayos ahora votan libremente por el partido”, dijo Boccia. “Para quienes luchamos por la memoria, esa batalla está perdida”.
Cada persona desaparecida cuenta
Goiburu fue nombrado director de memoria histórica del Ministerio de Justicia, pero no tiene presupuesto. Por sus propios medios o recaudando fondos, ha llenado los espacios vacíos sobre el destino de su padre y otros desaparecidos, ganándose la confianza de policías retirados y mandos militares que le confesaron a él solo cómo se despachaban los cadáveres.
A diferencia de Argentina, donde diversos esfuerzos para encontrar a personas desaparecidas son financiados por el gobierno, Paraguay no tiene un banco de datos genéticos, por lo que Goiburu depende de antropólogos forenses argentinos para analizar y resguardar las muestras de ADN que recolecta.
Y a diferencia de México, donde las madres que buscan a sus hijos exhuman regularmente los restos, en Paraguay sólo se ha realizado una gran excavación, dirigida por Goiburu, entre 2009 y 2013, y de los 15 cuerpos encontrados, sólo cuatro fueron identificados.
Las labores de búsqueda en Paraguay también han resultado difíciles, ya que algunos menosprecian los reclamos de justicia de las víctimas. Mientras que 30.000 argentinos desaparecieron en una dictadura que duró menos de una década, alrededor de 500 personas desaparecieron en Paraguay durante los 35 años del régimen. De todos modos, los familiares argumentan que ¿se necesita algo más que una persona desaparecida para destruir una familia?
“Toda desaparición atenta contra el derecho al duelo”, afirmó Carlos Portillo, quien entrevistó a miles de víctimas para la Comisión de la Verdad . “No hay cultura que no tenga un ritual de duelo. Una desaparición es la negación de ese ritual, y por eso es imposible desprenderse de él”.
Antes de que le sobreviniera el Alzheimer, la madre de Goiburu reservó un plato y una silla vacía en la mesa de Navidad para su marido desaparecido. Y hasta su muerte en 2024, nunca dejó de buscarlo.
“Que haya un desaparecido no significa que un ser querido simplemente se fue”, dijo Celsa Ramírez, ex militante del Partido Comunista que estuvo presa entre 1975 y 1978 y busca a su esposo, Derlis Villagra. “Significa que fue detenido, torturado, asesinado y desaparecido. Eso debería pesar mucho en la sociedad”.
“No existe cultura que no tenga un ritual de duelo. La desaparición es la negación de ese ritual, por eso es imposible desprenderse de él.”
Carlos Portillo
No se permiten comunistas
El padre de Goiburu, Agustín, era médico y dirigente político de izquierdas. Antes de dedicarse plenamente a la política, vivía con su mujer y sus hijos en el campo, donde a menudo atendía a sus pacientes de forma gratuita.
“La gente le pagaba con huevos, un plátano, un par de gallinas”, dijo Goiburu, quien se convirtió en médico como él, pero abandonó la medicina para buscar sus restos.
Su padre había pertenecido a la Juventud de Colorado. Cuando Stroessner tomó el poder en 1954, decenas de personas albergaban esperanzas, pensando que una mano firme estabilizaría el país después de una guerra contra Bolivia. Pero se desató una represión brutal.
En plena Guerra Fría y con el apoyo de Estados Unidos, Stroessner convirtió al comunismo en el enemigo número uno de Paraguay. Decretó que las actividades comunistas eran “castigables” y acabó por tipificar como izquierdistas a todos los opositores.
“A mí me llamaban ‘el obispo de la sotana roja’, queriendo decir que era comunista”, dijo el obispo Melanio Medina, quien presidió la Comisión de la Verdad. “Sólo los que no hablaban eran bienvenidos”.
El padre de Goiburu se convirtió en blanco de ataques por negarse a cooperar con la dictadura. Los militares trasladaban a menudo a los presos ejecutados o torturados a los hospitales, obligando al personal a emitir certificados de defunción falsos para encubrir sus crímenes. En otros casos, los médicos supervisaban las sesiones de tortura en los centros de detención y asesoraban a los torturadores sobre el nivel de daño que podían infligir.
Pocos como el padre de Goiburu desafiaron abiertamente las órdenes militares, pero surgieron otros esfuerzos sutiles.
Similar al Vicariato de la Solidaridad de Chile , un puñado de líderes religiosos creó un grupo multireligioso llamado Comité de Iglesias en 1976.
“Mucha gente desapareció, pero no teníamos detalles”, dijo el sacerdote católico español José María Blanch, quien encabezó el comité. “Por eso, las organizaciones religiosas comenzaron a visitar las cárceles”.
Además de comida y ropa, el grupo proporcionó asesoramiento jurídico a los presos, apoyo financiero a los liberados e información a las familias con seres queridos detenidos.
Rosa María Ortiz, quien se unió al comité en 1977, dijo que solía visitar el principal centro de detención de Asunción y mentirle al jefe, argumentando que el obispo la enviaba a verificar a los prisioneros para poder saber qué había sido de ellos.
A medida que la represión se agravó, con el pretexto de proporcionar vacunas o libros para los reclusos, el personal elaboró listas de los presos y actualizó esos registros en la medida de lo posible.
“Ni siquiera se nos ocurrió brindar acompañamiento espiritual”, dijo Blanch. “Eran cuestiones de vida o muerte”.
Más que un padre
Federico Tatter es un amigo de Goiburu que comparte sus males.
Sus padres tenían orígenes opuestos —Tatter era un militar que se rebeló contra la dictadura— pero compartían un destino común: ambos desaparecieron tras ser detenidos en Argentina, donde varios opositores de Stroessner huyeron para proteger a sus familias y continuar su militancia.
Según la Comisión de la Verdad, la mayoría de los casos de desapariciones de paraguayos durante la década de 1970 ocurrieron en Argentina, presumiblemente en medio de la Operación Cóndor , un esfuerzo coordinado entre dictadores sudamericanos para perseguir y eliminar a opositores a través de las fronteras.
En octubre de 1976, Tatter regresaba a su casa en Buenos Aires cuando notó que los soldados estaban allanando su casa. Se encontró con la mirada de su padre mientras los soldados lo escoltaban hacia la salida. "Soy el último miembro de la familia que lo vio", dijo Tatter. No está seguro de lo que sucedió después.
Goiburu se enteró de la desaparición de su padre a través de un vecino. Fue detenido en una calle de Paraná en febrero de 1977 y trasladado a Asunción. Después, la pista se perdió.
La oposición paraguaya estuvo en el poder en un período (entre 2008 y 2012), pero persisten algunos viejos temores.
“Encontré dos esqueletos que están en la morgue bajo protección judicial”, dijo Goiburu. “Estoy seguro de sus identidades, pero los familiares no me dan una muestra de sangre para verificar porque no quieren que nadie sepa que eran comunistas”.
El propio Goiburu lleva un estilo de vida cauteloso y apenas mantiene registros escritos de sus hallazgos, aunque hay un proyecto de escritura que le encantaría emprender: un libro sobre su padre.
“Sueño con él todas las semanas”, dijo. “Más que mi viejo, él era mi amigo. Lo necesito como amigo”.
La cobertura de temas religiosos de Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de AP con The Conversation US, con financiación de Lilly Endowment Inc. AP es la única responsable de este contenido.
MARÍA TERESA HERNÁNDEZ
Hernández es reportera del equipo de Religión Global de AP. Vive en Ciudad de México y cubre temas de América Latina.
(Foto AP/Jorge Saenz)