HOUSTON (AP) — Dusty Baker, entonces mánager de los Gigantes de San Francisco, acaba de retirarse del estadio tras una demoledora derrota ante los Angelinos de Los Ángeles en el séptimo partido de la Serie Mundial de 2002 cuando se encontró con su padre.
Johnnie B. Baker padre no se anduvo con rodeos.
“Salió a decirme: ‘Hombre, de la manera que acabas de perder este no veo cómo puedas ganar otro’”, recordó Baker el domingo.
Diecinueve años después desde esa charla y más de una década desde el deceso de su padre, Baker finalmente tiene la oportunidad de mostrar que el padre que tanta amaba estaba equivocado.
La oportunidad se presenta a partir de la noche del martes al mando de los Astros de Houston contra los Bravos de Atlanta en la Serie Mundial.
Baker, de 72 años, siempre tiene presente esa conversación. Y desde que los Astros despacharon a los Medias Rojas para alcanzar su tercer Clásico de Otoño en cinco años el viernes pasado, las palabras de su padre retumban más.
“Esa ha sido mi motivación”, dijo Baker.
Será la segunda participación de Baker en una Serie Mundial como piloto. Lo hizo tres veces como jugador de los Dodgers, ganando una en 1981 como un jardinero izquierdo con un productivo bate.
En una ilustre trayectoria como pelotero y mánager que abarca más de 50 años, conquistar la Serie Mundial como piloto es la única asignatura pendiente para Baker.
“Lo sé”, dijo. “Tengo que llenarla”.
Lo mismo piensa Reggie Jackson, el original Señor Octubre y miembro del Salón de la Fama que ahora trabaja como asesor del dueño de los Astros Jim Crane. “Sería una adición maravillosa a sus credenciales”.
El torpedero de Houston Carlos Correa, quien será agente libre al final de la temporada, tiene como misión darle esa satisfacción a Baker.
“Lleva tanto tiempo en tiempo y sigue siendo algo pendiente”, dijo el astro puertorriqueño. “Saldremos a hacerlo por él”.
Han sido dos años de muchos vericuetos para Baker. Tras ser despedido por los Nacionales, al cabo de una campaña de 97 victorias en 2017, se preguntó si volvería a recibir una oportunidad para dirigir, mucho menos pensar en el esquivo título.
De vuelta en su residencia en el norte de California, dedicado a su negocio vinícola y los sembradíos de vegetales en su jardín, meditaba perplejo cómo era pasado por alto al abrirse vacantes de mánager. Sus solicitudes no recibían respuesta.
Baker asumió que su edad y salario en esta etapa de su vida hacían rehuir a los ejecutivos de los equipos.
“¿Terminas resignándote?”, llegó a decir una vez. “Te resignas, pero es que acabas perdiendo fe en la gente, entre lo que es bueno y malo. Y entiendes que en este mundo, especialmente en este nuevo mundo, siempre ha habido discriminación, discriminación racial, pero en este nuevo mundo, hay discriminación de edad y salario, las que van entrelazadas”.
Fue cuando las palabras de su padres hicieron eco.
“Lo tenía siempre presente cuando no sabía si podría volver a este deporte”; dijo.
Fue cuando a fines de 2019 se reveló que los Astros robaban ilícitamente las señales del rivales durante la temporada en la que se coronaron campeones en 2017. El destape del escándalo provocó que el mánager A.J. Hinch perdiera su trabajo, dejando al equipo con un inconmensurable problema de imagen y necesitado de un líder fuerte.
Crane encontró ese líder en Baker, el número 12 en la lista histórica de victorias como piloto y que ha dirigido a cinco equipos en la postemporada. En la abreviada temporada por el COVID-19 el año pasado, los Astros se colaron en los playoffs como comodines y se quedaron cortos por una victoria de acceder a la Serie Mundial.
“La primera vez que me le encontré, estuvimos hablando casi dos doras y de inmediato supera que era la persona correcta”, dijo Crane. “Es alguien imperturbable porque ha tenido que pasar por muchísimas cosas”.
Y esta semana su carrera completa un círculo al enfrentar al equipo que le seleccionó en el draft de 1967 tras graduarse en la secundaria, y en el que militó durante las primeras ocho temporadas de una carrera de 19 años como pelotero.
Su primer hit fue con los Bravos, conectándole no muy lejos del Minute Maid Park, en el desaparecido Astrodome. Tenía 19 años, cuando aquel 17 de septiembre de 1968, bateó un “rodadito ante Mike Cuéllar”.
Más importante fue que en Atlanta inició una amistad de toda la vida con el legendario Hank Aaron, quien falleció en enero a los 86 años. Fue Aaron quien convenció a Baker para firmar con los Bravos en lugar de emprender una carrera en el baloncesto universitario.
“Me seleccionaron para estar junto a Hank”, dijo.
Baker estaba esperando turno y entre los Bravos que se congregaron en el plato para celebrar con Aaron el 8 de abril de 1974, cuando conectó su jonrón número 715 para dejar atrás a Babe Ruth en la cima de la lista de todos los tiempos.
Aaron fue mentor de Baker, reiterándole muchas de las lecciones que el padre de Baker le había compartido, como la honestidad y ser solidario con los demás. También le aconsejó sobre cómo vivir en el sur de Estados Unidos como un afroamericano en la década de los 60. Fue algo que Baker necesitó saber por haber crecido en California.
“Fue sobre la vida y de sentirse orgulloso como afroamericano, pero sin alardear porque es algo que llevas encima”, dijo Baker.
A Baker le parece ideal que vuelva a Atlanta con todo el mundo del béisbol pendiente y se entusiasma por poder encontrarse con la esposa e hijos de Aaron.
“Es muy especial volver a Atlanta”, dijo. “Será como el final de un libro de cuentos para todos nosotros”.
Los Astros son los villanos del béisbol, abucheados en cada estadio por haber hecho trampa y odiados por una mayoría fuera de Houston.
Pero Baker es tan admirado en el béisbol que algunos alentarán a regañadientes a los Astros esta semana por su veterano mánager.
“Hay mucha gente en contra, pero también mucha gente que nos apoya”, dijo Baker. “Mucha gente que está remando a mi favor”.